¿Ha muerto el Periodismo?

El caso de Manuel Monteagudo, el hombre que aseguró haber estado 35 años en coma y que luego confesó su mentira, nos debe servir para muchas cosas, pero sobre todo para hacer autocrítica en el sector del Periodismo.

Hace mucho tiempo, que gran parte del periodismo de este país y de este mundo se limita a poner micrófonos a la gente y servir de altavoz para que la información llegue a todos los lectores, oyentes o telespectadores.

Una labor de intermediario, sin casi elaboración ni meditación en muchas ocasiones, una mala praxis impuesta por los nuevos tiempos marcado por el mundo digital, por la lucha de audiencias y por la inmediatez.

Internet ha sido la mayor revolución social de la historia, poniendo el mundo al revés para generar un mundo virtual donde lo importante son los likes, los seguidores y llegar el primero. Y es que la vida virtual sólo se ha quedado con eso, con la inmediatez del momento y no con otras posibilidades que un mundo interconectado ofrece. Nuestra vida real se ha acelerado de  la misma forma y nos hemos vuelto consumidores compulsivos, también de información.

Los periodistas vamos a las convocatorias de prensa, engullimos como pavos (con el perdón para los pavos) para vomitar delante de la pantalla lo que otros consumirán, y esa es la triste realidad del oficio más bonito del mundo.

El periodismo ha perdido su esencia: informar, formar y entretener. Los periodistas tenemos que ofrecer una información objetiva, veraz y de interés público y nuestro deber es contrastar la información para ofrecer a la sociedad un periodismo útil.

Hoy todos acusan a Manuel Monteagudo de mentir, y claro que no está bien, pero no cuestionamos que todos hemos comprado por verdadera una historia sólo porque era rentable, generaba likes, aumentaba seguidores y porque todos quisimos llegar los primeros.