El ocaso

El momento del nacimiento marca de por vida, al menos eso creían en Macondo, que lo que te rodea en el amanecer te acompañará por siempre, o dicho de otro modo en España tenemos un refrán que también nos lo dice, “hay quien nace con Estrellas, y hay quien lo hace Estrellado”. Pero hay una generación que se resiste a perder su Estrella y sigue imprimiendo luz hasta en su ocaso.

Es aquella generación que nació en el periodo de entreguerras, que nació antes, durante o inmediatamente después de la Guerra Civil, la generación de nuestros abuelos, llegaron en el más absoluto silencio, se acostumbraron a estar mudos y a los murmullos para seguir viviendo en la Dictadura, muchos vieron como sus padres y abuelos fueron fusilados por defender la libertad, y ellos en lugar de doblegarse se erigieron como los defensores y los autores del retorno de la Libertad y la Democracia en nuestro país, no tenían miedo, pero es que tampoco podían permitírselo. Fueron la última generación a las que el Barbero le sacaba las muelas, aguantaron el dolor apretando los dientes y cerraron los ojos, en silencio. Muchos de ellos trabajando el campo, curtidos de sol a sol, sin festivos ni vacaciones, sólo algunos Disantos para los que guardaban su mejor gala.

Acostumbrados al hambre, si había algo de comida primero sus hijos. Acostumbrados al sacrificio, ellos siempre fueron los últimos, su preocupación fue alimentar a sus hijos y ayudar a que sus nietos estudiaran, cerrando así un ciclo y viviendo las alegrías de los suyos como propias; mientras, ellos esperaban, esperaban para comer, esperaban para comprarse ropa, esperaban para vivir, esperaban porque primero estaban los suyos.

La democracia les trajo libertad y les devolvió la vida, ahora podían permitirse cosas que durante la vida no pudieron, sus hijos, nietos estaban fuera de casa y con su pensión podían vivir mejor de lo que lo habían hecho, pero todo fue pasajero, porque en cada crisis económica que sacudía a este país, se convirtieron en el único sustento de sus hijos, nietos, e incluso bisnietos.

Pocos se ponen en el lugar de lo que esta generación dorada vivió y sufrió, porque nunca dejaron que viéramos sus carencias o sus miedos, en lugar de rabia, frustración,  o tristeza sólo transmiten alegrías, caricias, abrazos y besos, son el sostén de nuestra sociedad, sólo quieren vivir sus últimos años rodeadas de los suyos. Alguien muy inteligente me dijo una vez que no tenía miedo a la muerte, ya había vivido lo suficiente, pero sólo pedía que las cosas fueran en vida, quería disfrutar de los suyos en sus últimos años que le quedaba, en lugar de que lloraran y le llevaran flores tras su muerte.

Una vez más, esta generación nos está dando una lección a todos, una lección de fuerza, supervivencia y sustento de sus familias, están confinados en sus casas, muchos en soledad; en residencias de mayores, sin poder tener visitas; o en Hospitales alejados de los suyos; en el peor de los casos se están marchando de este mundo en silencio y sin hacer ruido, cómo vinieron a él. Pero todos piensan igual y les dicen lo mismo a sus hijos, nietos y bisnietos, que ellos están bien y que no se preocupen que lo importante es que sus hijos, nietos y bisnietos estén bien.

Y es esa luz, la que ha cuidado, cuida y seguirá cuidando de los suyos, pero no tuvieron nada, pero quizá tuvieron lo más importante, un corazón inmenso que les ha permitido amar a los demás más que ellos mismos.

Hoy siguen dándonos luz, pero nos toca a nosotros cuidar de que esa vela siga encendida mucho tiempo, y si se marcha que sigan en nuestros corazones.