Sobre papel de lija

¿Franco? ¡Anda ya…!

 

Juan Carlos Fernández

http://www.juancfernandezescritor.es

Ni entro ni salgo en dónde haya de yacer enterrado el general Franco. Me es absolutamente indiferente tan artificioso debate, de nulos efectos prácticos sobre el curso de la historia pero con potencial para despertar sentimientos encontrados, y que se plantea por intereses de parte. Pero parece que el opinador se ve forzado a dejar constancia de su visión de un asunto del que todo el mundo habla. De modo que, con desgana, me pongo manos a la obra.

Empezaré por decirles que cuando Franco murió un servidor tenía trece años y medio. Por fortuna, no sufrí la dictadura. Añadiré que en mi entorno no se hablaba de damnificados de uno u otro bando: apenas escuché algunas referencias que siempre me parecieron muy lejanas. Aunque un tío abuelo mío pereció en el frente, no guardo ningún agravio pendiente de reparación. No tengo edad. Ya metido en años, con ocasión de algunos trabajos que realicé sobre historia local, y para documentarme sobre otro que permanece en los cajones por motivos que algún día explicaré, leí bastante y consulté muchos documentos de los años del franquismo. Y de la República. Todos ellos no han hecho sino corroborar obviedades: que el franquismo fue una dictadura, con momentos de mayor crueldad en las inmediateces del fin de la Guerra Civil; que derivó por la fuerza de los hechos hacia un régimen autoritario tolerado por Occidente ante el temor a que deponer a Franco supusiera que España se convirtiese en un satélite soviético; que los éxitos económicos fueron innegables a partir de 1959. Es decir, que España crecía y prosperaba, pero faltaba algo imprescindible: la libertad. Como también estoy absolutamente convencido de la que II República distaba mucho de ser el régimen idealizado que nos quieren vender. Llámenme revisionista, que es lo que se hace en estos casos, si lo desean. Pero las cosas son como son.

Y ahora, volvamos al presente. Francisco Franco lleva casi cuarenta y tres años bajo una losa de granito en el Valle de los Caídos. En esas cuatro décadas España consiguió convertirse en una democracia, sustentada en un sistema de Monarquía Parlamentaria perfectamente válido y emanado de la Constitución de 1978. Para eso hubieron de ponerse de acuerdo fuerzas que parecían irreconciliables. Se legalizó el Partido Comunista, cosa que me pareció entonces, y me parece ahora, imprescindible, a pesar de mi lejanía ideológica con quienes profesan esas ideas. Los aperturistas que venían del franquismo consiguieron que la Transición fuera viable porque supieron renunciar a muchas cosas, lo mismo que la oposición de izquierdas. Dejamos atrás un golpe de Estado. Ingresamos en el selecto club al que hoy llamamos Unión Europea. Vivimos, a pesar de las dificultades, en una España que nunca se conoció. Correlativamente, estamos sometidos al chantaje constante del nacionalismo, ahora devenido en golpismo puro y duro, lo camuflen como lo hagan. Y surgen voces absolutamente críticas con el sistema autonómico. Mientras, el proyecto europeo sufre embates desestabilizadores, algunos por causa de la inmigración, que tanto nos afecta…

Y todo esto, repito, con Franco bajo la misma losa. De modo que si hasta ahora nos han pasado tantas cosas buenas y malas sin que temblara el suelo de Cuelgamuros, no sé por qué el empeño en remover el pasado de este modo. Dicen que por la cosa de la memoria histórica. Pues muy bien, pero cuidado, que la historia es terca y muchos personajes del otro bando andan por ahí representados en monumentos y son epónimos de calles y avenidas. Fíjense, hace unos meses nadie se acordaba de Franco. Ahora las redes sociales y los mensajes de los móviles echan chispas. Del otro lado, algunos se permiten poner pasquines proclamando que ni olvidan ni perdonan determinados horrores. Pues ya saben que en ninguno de los dos bandos enfrentados estaban mancos, y que en la derecha también sobreviven algunos que tampoco quieren olvidar ni perdonar. ¿Es esto lo que queremos? ¿Lo que necesitamos?

Mucho me temo que además de la evidente maniobra de distracción del Gobierno, aquí hay una operación de mayor calado: hay que intentar que la derecha española se oponga para recurrir al manido tópico de «herederos del franquismo». Esto me parecería miserable, lo mismo que si al PCE y sus epígonos o al PSOE les dijéramos que son herederos de la revolución de 1934, o de los criminales de las checas. No creo que ninguno de estos tenga nada que ver con aquellos funestos días, aunque no falten quienes se manifiestan admiradores de regímenes totalitarios.

De modo que tengan en cuenta, si les parece, que la Transición no se hizo sobre el olvido, sino todo lo contrario: teniendo muy presente lo que pasó y sentando como premisa nuclear no volver al enfrentamiento entre españoles. Buscando consensos. Cediendo. Elaborando una constitución no de parte, como la de 1931, sino que fuese capaz de valer para todos. Como ha venido ocurriendo.

Persistan en la búsqueda de fusilados y sáquenlos de las cunetas. Denles digna sepultura. Pero, si es posible, no enreden. No fuercen la historia: que debatan los historiadores en la búsqueda de la verdad. No retuerzan la convivencia: la República, la Guerra Civil y el franquismo han quedado más que superados por nuestro régimen democrático. Eviten la eclosión de franquistas con gestos y acciones inútiles. Y combatan también a los totalitarios de izquierda, no se apoyen en ellos. Me parece.