El supuesto fraticidio de Los Santos de Maimona representa nuestro fracaso como sociedad

Los hermanos Gilda han tenido la espalda de toda la sociedad. Según nos dicen, sólo hacía falta mirarlos para saber que necesitaban ayuda, un auxilio que no supo llegar y que terminó de la peor forma posible; y que, además, ha sido exhibido como un circo en todos los medios de comunicación, quienes han violado de forma sistemática el código deontológico y han vuelto a caer en los estereotipos más denigrantes en la lucha por la concienciación y la normalización de la salud mental.

De todo lo que he leído estos días me quedo con una cosa, “una vez, el supuesto autor del crimen estuvo un mes ingresado y decía a las enfermeras que no quería irse a casa porque allí estaba mejor”. Y es que allí estaba mejor, recuperándose y mejorando cada día. 

Los medios de comunicación no han tenido reparo en violar la ley de protección de datos, mostrar su nombre y su rostro cuando aún no ha sido condenado por un juez, una situación que no ha hecho más que estigmatizar las enfermedades mentales, y ninguno de ellos se ha preguntado qué hubiera pasado si la situación hubiera sido otra. De esa reflexión podemos como sociedad sacar un aprendizaje, pero, de lo que se ha mostrado sólo podemos denigrar aún más a los enfermos que luchan cada día.

Como sociedad hemos fallado, no hemos sabido detectar la llamada de auxilio de los hermanos Gilda, no hemos sabido activar los protocolos y no hemos sabido dar la solución correcta.

Estos días, muchos han murmurado, y este trágico suceso ha servido para alentar los chismes y cotilleo en una sociedad sedienta de sangre, pero también hay quien lamenta y quien ha llorado la muerte de estos hermanos, y la impotencia, le llena aún más de rabia el corazón, al pensar en el que quizá, y sólo quizá, si la sociedad hubiera estado a la altura, esta noticia no hubiera llenado las portadas de los medios de comunicación porque podía haberse evitado.