Crianza con apego, generación de cristal y síndrome del nido vacío
Crianza con apego seguro, crianza respetuosa, LME, colecho, acompañamiento, escucha y coparticipación son algunos de los términos que más se usan en esta corriente de crianza que surge al amparo de pediatras como Carlos González.
Esta corriente surge a raíz de la Teoría del Apego de John Bowlby y trata de la necesidad del bebé de estar próximo a su madre, de ser acunado en brazos, protegido y cuidado. El niño tiene una tendencia a buscar la cercanía a otra persona y se siente seguro cuando esa persona está presente y es sensible a cubrir sus necesidades tanto físicas como emocionales.
Sus madres y padres, pero sobre todo madres, durante la primera infancia se vuelcan de una forma que parece que se vaciaran en la crianza, ofreciendo todo su amor, comprensión y paciencia a sus criaturas para que sepan que estarán ahí siempre que lo necesiten, porque las necesidades de un bebé son pocas y primitivas, seguridad, calor y alimento, y todo ello está entre los brazos de mamá.
Una corriente de crianza que está siendo mayoritaria desde hace unos años y a la que la sociedad ya ha denominado generación de cristal. Una nomenclatura negativa que sólo viene a decir que estos niños mal llamados “consentidos”, “mimados” y “sobreprotegidos” se frustran a la mínima de cambio. Los que algunos llaman frustración no es más que la expresión de las emociones más ancestrales del ser humano, amor, alegría, odio, enfado, ira, frustración, emociones que socialmente siempre se han reprimido y ocultado como negativas, guardándolas en un cajón de la memoria donde, y cuando éste desbordaba, generaba graves perjuicios emocionales al que siempre había ocultado las emociones básicas del ser humano.
La sociedad siempre ha visto bien las emociones positivas, pero nunca las negativas, y siempre se ha educado en la ocultación, “los niños no lloran”, “no pasa nada”, o “no llores más”; y luego de adulto, nos sorprende la cantidad de gente que hay egoísta, incapaz de empatizar con el prójimo, o incapaz de mostrar sus sentimientos.
No es la generación de Cristal, es la generación que aprende a gestionar sus emociones, a expresar con libertad lo que le pasa (con los recursos propios de la infancia), a navegar entre sentimientos que no siempre son ni fáciles ni cómodos, y será la generación que sepa trabajar con las emociones para ser la generación que cambie a esta sociedad egoísta, individualista, reprimida e incapaz de expresar sus emociones.
Muchas madres se vuelcan tanto en la crianza que llegan a paralizar su carrera profesional, optar por medias jornadas o excedencias para apostar por una crianza presencial donde la figura materna esté presente.
Cuando muchas madres están en esos primeros años locos de crianza, LME, cambios de pañal, mocos, toses y gases, muchas no recuerdan como era su vida antes, pero todas saben que en la crianza, los días son muy largos pero los años son muy cortos, por esos sus brazos siempre están abiertos, las 24 horas de los 7 días de la semana para acunar, abrazar y cargar porque saben bien que el tiempo vuela y antes de que se den cuentan, los brazos que acunaban y cargaban serán los abrazos que acompañarán en el camino de igual a igual, sabiendo que los brazos de mamá siempre serán ese tronco fuerte donde buscarán el refugio a cualquier tempestad.
Esas madres y padres lejos de sacrificarse por sus hijos han disfrutado de una crianza que les ha permitido estar presentes en todos los momentos de sus hijos (estar presente también emocionalmente cuando físicamente no se pueda), un disfrute y una alegría de saber que han arropado a sus criaturas todo lo que han necesitado, una crianza instintiva y animal que sabe que cuando se abran las alas será para volar y mirarán, no al pasado con tristeza sino al futuro con ilusión, sabiendo que sus pequeños y pequeñas siempre llevarán un pedacito de su alma porque los brazos de mamá fueron la seguridad, el calor y el alimento, y saben que esas necesidades nunca desaparecerán.